de Santiago Solano Grande



La lumbre



La leña todavía verde está delante de mí, sobre la llama; y a la izquierda, apoyada en el ángulo que comparten pared y poyete. De vez en cuando la ignición produce pequeñas explosiones. A mí me parecen aullidos desesperados de la vida vegetal antes de dejarse caer en la ceniza.

La gata dormita sobre la estera de paja, muy cerca de mi codo izquierdo. El calor del fuego me calienta la cara y las rodillas. El humo sube lamiendo la mancha negra bajo la chimenea. La circunferencia de las paelleras de cobre que cuelgan en la pared es negra también.

A mi espalda, la puerta entornada y el frío. A mi derecha hay dos cubos: almendra limpia, hueso de almendra descascarillado. También un martillo, un fuelle, y una traviesa de la que cuelga una bombilla. El mazapán llama a la puerta. Tengo en mis manos un libro electrónico y leo.

Mi mente está a muchos miles de millones de años luz, en un futuro lejano. Las galaxias son el campo de los hombres. Las naves estelares la hoz que siega los mundos. Es un ruido como el ruido que vivimos todos los días: dolor, bostezos de dolor sobre el silencio.

La gata miaga; se revuelve sobre la estera. Me levanto y utilizo el fuelle. El calor sube. Me vuelvo a sentar. Le paso la mano por la columna vertebral. Es una delicia. Ella me mira con sus ojos amarillos. Tiene la piel fría. “Yo también estoy helado, pequeña”, le digo.

Y sigo leyendo, sentado en el pasado, volando en el futuro. Pero ella insiste. Me pone las garras en el pantalón. Son pequeñas cuchillas cariñosas. Son una caricia que dulcemente duele. La acaricio de nuevo. Ella me muestra su elasticidad. “Tienes razón, ya es hora de irse a dormir”, digo.



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2 comentarios:

  1. Santiago, es un placer leerte, describes las escenas con una minuciosidad tal que te las imaginas al instante. Todo son palabras exactas, construcciones precisas que nos transmiten de inmediato la arquitectura de tus representaciones mentales y la intensidad del sentimiento que aflora de ellas. ¡Enhorabuena!

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  2. Gracias Antonio.
    En este tiempo sin alma es bueno que arda una lumbre como la que tu comentario levanta.
    En esta Navidad, ya tengo un extraordinario regalo: tus palabras.
    Un abrazo.

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