Poema para invierno
Hablo desde ese frío que ofusca el pensamiento
cuando no tienes nada donde asirte,
porque hasta al tiempo le fatiga el tiempo
y lo único que queda es el silencio.
Hablo de aquellos anchos ríos
que regaron riberas impacientes,
y hoy pedregales son donde, en la noche,
anida, sin salida, la esperanza.
Hablo del ansia generosa
que enarboló utopías al comienzo
cuando el gozo inexperto del ingenuo
ejercitó la fuerza sin malicia.
Hablo por todos los rosales
que hasta en invierno, a veces, florecían,
y agonizan de sed sin jardineros.
Y hablo también del valle, hogar de mis semillas,
donde el olvido se adueñó del río,
hasta aguantar la ausencia y yo resista.
Por eso ya no quiero ni persigo nada.
Las preguntas tuvieron su respuesta.
Ninguna de ellas hoy ya me interesa.
Mi nombre es breve y mi poder tan frágil
como el vuelo de un gorrión herido.
Para hacer el camino que aún me agobie,
sólo un poco el sol y menos aire.
El sol de la mañana es importante.
Me llama amigo y yo le llamo amigo.
Así que, oído barra, el mundo por montera
y a caminar despacio.
De lo que pudo ser pero está muerto,
por suerte, estoy ya al cabo de la calle.
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