de Mila Aumente


El secreto de Alicia
(cuento infantil)



       Alicia mira ensimismada las cigüeñas que reposan en lo más alto del campanario. Hace dos días que Marcelo, su pajarito, ha dejado de existir. Fue ella misma quien, al abrir su jaula para ponerle agua y cañamones, le descubrió tumbado sobre la base de su casita. El llanto de la niña alertó a su mamá y ésta, tras ser espectadora de la tragedia, intentó consolar a la pequeña.
       – Alicia, no llores, el pajarito está dormido.
       – ¿Cuándo despertará, mamá? –preguntó la niña emocionada e impaciente.
       – No despertará, cariño; tiene un sueño muy profundo. Lo llevaremos a la finca y cavaremos un pequeño hoyo bajo el árbol situado junto a la ermita. Allí lo dejaremos entre algodones, metido en una caja.
       – Entonces ¿no podré volver a verlo?
       – Claro que sí, podrás verlo siempre que lo desees; para ello solo tendrás que mirar al cielo, y entre todos los pajaritos que veas volar, uno de ellos será Marcelo.
       Alicia sonríe, aunque no entiende muy bien cómo podrá llegar su pajarito desde allí hasta un lugar tan alto. Y mucho menos con ese sueño tan profundo. Los ojos de la niña apenas pestañean, tienen fija la mirada en el nido de las cigüeñas. De repente observa con admiración una bandada de pájaros volando por las cercanías. El entusiasmo de la niña se manifiesta en el brillo de sus ojos. Piensa que tal vez entre todos ellos esté Marcelo, y se pregunta: ¿Habrá bajado del cielo para verme a mí?
       Los papás de la niña, inmersos en su mundo, pasean por los alrededores de la finca ajenos a los pensamientos de su hija.
       Alicia vuelve a estar triste porque no ha visto a Marcelo; quizá se ha entretenido a comer por el camino y todavía no le ha dado tiempo a volar tan alto
       La niña, en un impulso de curiosidad, tras comprobar que sus papás paseaban por aquellos parajes, buscó una piedra puntiaguda y cavó en la tierra hasta recuperar una especie de canasta, en la que había visto por última vez a su pajarito. Allí estaba él dormido como la última vez que le vio. 
       Alicia lloró de alegría y pensó que a mamá no le contaría su experiencia por miedo a que se enfadase. A fin de cuentas, en el colegio había escuchado decir a una amiguita que los secretos se guardan en el corazón. Y allí, en ese lugar que ella no conocía y del que, sin embargo, sentía brotar sus emociones, escondió su primer secreto. Pasaron los años y Alicia jamás olvidó a Marcelo. Él permanece vivo, entre algodones, en ese lugar privado del que solo ella tiene llave.




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