El árbol
Había nacido el árbol
de una semilla ardiente,
desde el oscuro seno de la tierra,
y creció con sus ramas
buscando siempre el cielo,
multiplicando sus hojas
jugando con el aire.
Un día, en la hora caída de la tarde,
una tormenta, ciega como el destino,
lanzó un rayo como una maldición
ronchado el joven tronco,
y su copa cayó con toda la tristeza
que sin culpa siente un condenado,
y las ramas, las hojas, las semillas
se fueron cubriendo con caricia de una madre,
porque la tierra sabe qué es el tiempo,
y nacieron pequeños arbolitos
enlazando sus ramas que aspiraban al cielo,
y crecieron al aire, respirando la luz,
las noches contemplando las estrellas,
y grabaron su brillo en la memoria
y no temieron jamás a las tormentas.
de una semilla ardiente,
desde el oscuro seno de la tierra,
y creció con sus ramas
buscando siempre el cielo,
multiplicando sus hojas
jugando con el aire.
Un día, en la hora caída de la tarde,
una tormenta, ciega como el destino,
lanzó un rayo como una maldición
ronchado el joven tronco,
y su copa cayó con toda la tristeza
que sin culpa siente un condenado,
y las ramas, las hojas, las semillas
se fueron cubriendo con caricia de una madre,
porque la tierra sabe qué es el tiempo,
y nacieron pequeños arbolitos
enlazando sus ramas que aspiraban al cielo,
y crecieron al aire, respirando la luz,
las noches contemplando las estrellas,
y grabaron su brillo en la memoria
y no temieron jamás a las tormentas.
El pueblo es el poeta,
con sus primeras voces
que inicia madrugadas
en el alba de todos,
palabras que se pierden o repiten,
agua de manantial que se desborda,
y llega o no llega a ser río,
o muere recogida en el profundo pozo
que calmará la sed de los que habitan
descubriendo sus aguas.
El pueblo es el poeta que deja la simiente
debajo de la tierra,
para brotar en los colores
de ramas que florecen
en muchísimas manos,
y un día con su aroma
invaden nuestra casa.
El pueblo es el poeta, es el primer poeta,
ombligo de leyenda,
el que nos ata al mito y nos conmueve
con su revelación.
con sus primeras voces
que inicia madrugadas
en el alba de todos,
palabras que se pierden o repiten,
agua de manantial que se desborda,
y llega o no llega a ser río,
o muere recogida en el profundo pozo
que calmará la sed de los que habitan
descubriendo sus aguas.
El pueblo es el poeta que deja la simiente
debajo de la tierra,
para brotar en los colores
de ramas que florecen
en muchísimas manos,
y un día con su aroma
invaden nuestra casa.
El pueblo es el poeta, es el primer poeta,
ombligo de leyenda,
el que nos ata al mito y nos conmueve
con su revelación.
Es agosto con su mazo de lumbre,
duermen las golondrinas,
la infinita llanura nos prolonga el paisaje
donde la luz se olvida.
Un escuálido río zigzaguea
con amoroso paso,
y huérfanos de manantial sus tojos
en oscuros espejos se convierten,
donde los elegantes juncos velan,
mirándose en las aguas.
Las viñas más cercanas que se adornan
con mi pequeñas lunas,
alumbran ya sus frutos
y la tierra improvisa entre penachos verdes
la carretera gris.
No hay grito que se atreva a romperse en la tarde,
y a nuestro lado, inmóvil, el cristal del silencio.
duermen las golondrinas,
la infinita llanura nos prolonga el paisaje
donde la luz se olvida.
Un escuálido río zigzaguea
con amoroso paso,
y huérfanos de manantial sus tojos
en oscuros espejos se convierten,
donde los elegantes juncos velan,
mirándose en las aguas.
Las viñas más cercanas que se adornan
con mi pequeñas lunas,
alumbran ya sus frutos
y la tierra improvisa entre penachos verdes
la carretera gris.
No hay grito que se atreva a romperse en la tarde,
y a nuestro lado, inmóvil, el cristal del silencio.
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