de Ana Montojo



En vena


       Hacía tiempo que sufría un extraño fenómeno. Todas las mañanas se despertaba con temblores que era incapaz de controlar, sobre todo en las manos. Solía escuchar la radio mientras tomaba el café del desayuno y también leía el periódico en internet. Después de desayunar y de oír las noticias empezaba a sentirse mejor y, poco a poco, a medida que transcurría el día y veía los sucesivos telediarios se iba aliviando su malestar. Al principio no le daba importancia, porque al llegar la noche normalmente ya se encontraba de puta madre.
       Será la tensión - pensaba - que la tengo muy baja y por la noche con la copita me sube.
       Pero aquello fue a más; ya no eran solo temblores, eran auténticos escalofríos los que le recorrían el cuerpo, fiebre alta, vómitos y náuseas que le hundían en la más absoluta depresión. Los médicos le hicieron toda clase de análisis y pruebas diagnósticas que no daban con el origen de aquel mal que, curiosamente, solo escuchando la radio o viendo las noticias lograba mejorar. 
       ─ ¿Ha dejado usted de fumar recientemente? - le preguntó el galeno.
       ─ No, doctor, no he fumado en mi vida.
       ─ ¿Alcohol? ¿drogas? - insistió el doctor con perplejidad.
       ─ ¡Jamás se me hubiera ocurrido!- exclamó el paciente escandalizado.
       ─ Es curioso - murmuró el médico como para sí acariciándose la barbilla - tiene usted todos los síntomas de un síndrome de abstinencia de alguna adicción grave.
       ─ Pues como no sea a la corrupción… - sugirió el enfermo como quien no quiere la cosa - porque el caso es que el malestar se me va pasando según escucho las noticias y, por la noche, después de varios telediarios, me encuentro mucho mejor, como más tranquilo.
       El médico se quedó pensando y después de un rato le aconsejó:
       ─ Vamos a darle un tratamiento de choque. Va a escuchar usted la radio durante todo el día, alternándolo con todos los periódicos y telediarios de varias cadenas. Dentro de una semana, vuelva y me cuenta cómo va.
       El paciente salió muy contento. Como era un hombre disciplinado, siguió al pie de la letra los consejos de su médico. Pero no volvió más a la consulta. Antes de la semana, un vecino avisó a la policía porque la radio no paraba de sonar ni de noche ni de día y el hombre no abría la puerta.
       Le encontraron muerto por sobredosis.









Inexistencia


                   Tú, que no tienes nombre ni rostro ni presencia,
                   deja que me refugie en tu cuerpo improbable
                   y acógeme en tus brazos como se acoge a un perro
                   hambriento de caricias
                   que ladra sin saber que está llorando.

                   Escucha junto a mí la voz de Billie Holiday
                   desgranando derrotas de alcohol y cocaína
                   y, fingiendo que existes,
                   investiga mi espalda hasta que encuentres
                   esa vértebra exacta donde duele la vida,
                   ese pliegue de piel donde se esconde el miedo
                   y quítame la ropa.

                   Arráncame la máscara de acero que me cubre
                   y deja a la intemperie mis miserias;
                   quiero volverme blanda entre tus manos,
                   y que moldees mi cuerpo con la forma de un ave;
                   luego dirígeme donde no exista el tiempo
                   ni la edad ni la muerte.
                   Donde no exista yo, como tú, que no existes.


1 comentario:

  1. A mí me gusta más el texto en prosa. Acaso el misterio que se va dejando caer en cada línea y que se vuelve sorpresa al final cuando la voz narradora da el toque sorpresivo, como un ahí queda eso.
    En los dos textos hay referencia al mundo de las drogas; a lo mejor el tema central... ¡qué sé yo!
    Un besoabrazote.

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