Contestaciones poetico-jocosas
En el siglo de Oro, era una costumbre saludablemente poética la de que los autores se respondiesen unos a otros a golpe de versos.Aunque es cierto que siempre se recuerdan las peleas poéticas y personales de Góngora y Quevedo, de Góngora y Lope, de Góngora y los hermanos Argensola. Hay que ver la cantidad de broncas que tuvo don Luis de Argote y Góngora, que así se llamaba y no al revés como firmaba — verás cómo al final termino también yo discutiendo —. Decía que aunque estas peleas gongorinas sean más famosas, hubo otras muchas entre distintos autores, pero también colaboraciones literarias de distinto tipo.No me alargo en más consideraciones para presentaros este soneto mío que imita aquellas diatribas de la Edad Dorada. Cuando mi amigo Luis Alberto de Cuenca escribió este soneto dedicado a nuestro, ahora, común amigo Javier del Prado, hablando de una hipotética vecina y planeando jocosamente hacerla "picadillo", me hizo tanta gracia ese desvergonzado artificio amatorio-sádico-trágico-burlesco, que decidí dar la palabra a la vecina y contestar por ella a Luis Alberto. Le puse el título en plan barroco siglo XVII, o más bien barroco decadente de principios del XVIII y me explayé cuanto pude. Nos hemos reído ambos con estas bromas.Van los dos sonetos para solaz del resto del vecindario, esta vez poético.
SONETO APÓCRIFO DE UNA VECINA DE L. A. DE CUENCA, HARTA DE CONSPIRACIONES DE OPERETA EN SU DESCANSILLO
“NUESTRA VECINA
(A Javier del Prado)
(A Javier del Prado)
Tiene, Javier, nuestra vecina un talle
que resucita a un muerto, y unos ojos
que derriten el plomo y dan antojos
a quien se los tropieza por la calle.
Hay que trazar un plan que no nos falle
para descerrajarle los cerrojos
y pasear en triunfo sus despojos
cuidando hasta el más mínimo detalle.
Tú en el portal y yo en el descansillo,
siempre al acecho, cristalina media
velándonos la cara y un cuchillo
afilado. Si Dios no lo remedia,
de la vecina haremos picadillo
y de un cuento vulgar una tragedia.”
(Luis Alberto de Cuenca)
Menudo vecindario me ha tocado
en suerte. No me explico cómo puedo
salir del ascensor, bajar sin miedo
la escalera, si un tal Javier del Prado
y un poeta famoso y descarado
andan urdiendo planes con denuedo
para hacerme escabeche. Y lo hacen quedo,
huidizo el cuerpo, el rostro enmascarado.
En el portal ocultan su colmillo
acechando el palmito de mi menda
y dicen que han de hacerme picadillo.
Mujer al fin, decido la contienda:
No hagáis más el canelo en el pasillo
y pasad a mi casa que hay merienda.
salir del ascensor, bajar sin miedo
la escalera, si un tal Javier del Prado
y un poeta famoso y descarado
andan urdiendo planes con denuedo
para hacerme escabeche. Y lo hacen quedo,
huidizo el cuerpo, el rostro enmascarado.
En el portal ocultan su colmillo
acechando el palmito de mi menda
y dicen que han de hacerme picadillo.
Mujer al fin, decido la contienda:
No hagáis más el canelo en el pasillo
y pasad a mi casa que hay merienda.
(Enrique Gracia Trinidad)
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Gracias, Enrique, amigo y maestro y poeta,
ResponderEliminarLas justas poéticas de entonces en este ahora, con ese puntito de a ver quién puede más o no, no es mala costumbre para ir desengrasando la maquinaria de la olvidada rima. Otro gallo... si hubiera más de esto.
Un abrazo.